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El jueves 27 y viernes 28 de abril nos reunimos en General Pico y Santa Rosa, respectivamente, para continuar los encuentros iniciados el año pasado: “Disputando el sentido del trabajo docente”. El propósito de estos encuentros es analizar las dimensiones y categorías del puesto de trabajo docente y producir conocimiento colectivo para profundizar la discusión en paritarias.
En esta ocasión convocamos a compañeros del nivel primario de toda la provincia. Luego de la presentación a cargo de la secretaria general, Claudia Fernández, Mabel Francia (secretaria adjunta) socializó los criterios que rigen y organizan el Nomenclador Docente. Por otra parte, Marta Suárez (del equipo de educación de SUTEBA) problematizó la condición del trabajador de la educación:
¿De qué trabaja un docente? ¿Sólo es un enseñante o también produce conocimiento? ¿Sus horas de trabajo se agotan en la planificación y el trabajo áulico?
A partir de preguntas simples comenzó un trabajo colectivo de producción de conocimiento. En este intercambio fue tomando forma un enorme volumen de tareas que ocupan la labor diaria de los trabajadores de la educación: desde controlar el plan de vacunación de los alumnos hasta gestionar y auditar el cobro de rifas de la cooperadora; gestionar comunicados y autorizaciones (para viajes, para publicar fotos en redes sociales) hasta elaborar informes para especialistas de salud privados.
Una sucesión interminable de actividades fueron acumulándose durante el plenario. Actividades que, sumadas al trabajo de planificación, enseñanza y evaluación, ocupan en promedio 12 horas reloj diarias. Tiempo sustraído a la pareja, a la familia, al ocio, a la salud. Tiempo no retribuido. Tiempo fragmentando en decenas de actividades que astillan la atención, corroen la concentración, fracturan la organización del trabajo y ejercen, sobre todos los docentes, un desgaste progresivo de su salud física y mental.
Por tanto: ¿De qué trabaja un docente? ¿Quién define los límites de nuestro puesto de trabajo? ¿Cuál es la carga física, psicológica, afectiva, legal que recae sobre cada uno de los trabajadores de la educación?
Estas preguntas, compañeros, deben habilitar un profundo debate en las escuelas. Porque no se trata solamente del impacto -físico y mental- que tiene la sobrecarga laboral en cada uno de nosotros. Se trata, más bien, del efecto que tiene el agregado de estos impactos particulares sobre el sistema educativo en su conjunto. La autoridad docente, el prestigio de nuestro trabajo, la calidad de nuestra enseñanza, son distintas dimensiones que acusan recibo de este desgaste y son puestas bajo sospecha cuando no se problematiza el contenido de nuestra labor.
Por ello continuaremos con las jornadas de trabajo “Disputando el sentido del trabajo docente” para generar poder en las bases y discutir, en paritarias, los contenidos, límites y tareas de nuestro puesto de trabajo.
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