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En la calle siempre salen ideas, se acumulan fuerzas, se tejen tramas. El 10 de mayo, indignadas y alegres, en la plaza de las Madres, 500.000 personas impusimos nuestro no a la impunidad de los crímenes del terrorismo de Estado y también dijimos no a quienes nos la quisieron imponer. Al poder judicial misógino y en abierta complicidad con el poder político y la iglesia. La secuencia no es casual: el aberrante fallo de la Corte vino luego del pronunciamiento a favor de la ”reconciliación” de la conferencia episcopal, mientras se discutía el endurecimiento de las penas y las condiciones de detención de personas condenadas por delitos violentos que indiscriminadamente incluyen el contrabando (principal causa de las mujeres presas); mientras se amenaza con acusar por sedición el ejercicio del derecho a la protesta (una figura que siempre amenaza aplicarse a los piquetes y manifestaciones que respaldan las demandas sociales y que habilita la criminalización de la protesta social, un disciplinamiento para todos y todas que se condensa en el cuerpo de Milagro Sala, presa política desde el inicio del gobierno de la Alianza Cambiemos).
Mientras esta complicidad sucede, las fuerzas represivas arremeten contra las mujeres: encubren a los femicidas o son ellos mismos quienes empuñan las armas que les da el Estado contra nosotras; nos reprimen en la calle y nos detienen arbitrariamente cuando nos manifestamos, y no nos escuchan cuando denunciamos en las comisarías o cuando pedimos ayuda. A dos meses del Paro Internacional de Mujeres 26 de nosotras estamos judicializadas como saldo represivo de la organización. Y el grito por la libertad de Higui, lesbiana presa por defenderse de una violación “correctiva”, no ha sido escuchado.
De la potencia de quienes fueron llamadas las locas de la plaza se alimenta la marea feminista. Abrazamos a las viejas que son nuestras abuelas y madres, que hoy se reconocen en sus prácticas como feministas al encontrarse en las nuevas plazas de mujeres. Empujadas por la marea de los pañuelos blancos contra la impunidad, este 3 de junio saldremos a la calle contra la acción de las fuerzas represivas y la violencia machista que implosiona cada día en los barrios y en las casas. El machismo es el fascismo de entrecasa.
El mismo día en que se conoció el fallo de la corte del 2x1 para genocidas, tres soldados y un cabo de la guarnición de Campo de mayo, donde funcionó el campo de detención y exterminio más grande del país, con su propia maternidad clandestina, quisieron violar a una estudiante de la Universidad Nacional de General Sarmiento, militante de Las Rojas, de izquierda y feminista.
Esta convergencia expresa el pacto entre machos para conservar sus privilegios a la fuerza y para mantener el control social. Pactan, aún sin conciencia de hacerlo, para inscribir la disciplina en el cuerpo de las mujeres, sancionar cada acto libre y autónomo. Nos amenazan con ir presas por abortar, de ser violadas por ir a bailar, de ser sospechadas cuando nos corremos del lugar de puras víctimas. Nos quieren encerradas y obedientes. Sumisas a los mandatos hogareños y advertidas del riesgo de la calle. Las instituciones judiciales y de seguridad y los discursos mediáticos pactan cada vez para asociar cuidado a restricción. Nos tienden trampas: ofrecen más cárceles o castigos o el latiguillo de la emergencia, que implicaría menos libertades y nuevas coacciones.
En el mes de abril, hay al menos un nombre de mujer menos por día; en algunas fechas se acumulan uno o dos, entre muertas y desaparecidas. La crueldad machista se ensaña con nosotras. Nos intentan someter al shock del duelo continuo para disciplinarnos. Pero nosotras estamos comprometidas con cada uno de esos nombres y reencontramos nuestra fuerza común también en el dolor.
Ni Una Menos es grito y abrazo común que hace temblar cada uno de los espacios de nuestras vidas y desborda en las calles. Somos frágiles pero juntas y estando para nosotras nos hacemos poderosas.
Nos encontramos en asambleas feministas y el 3 de junio nos vemos en las calles
Ni Una Menos
¡Vivas y libres nos queremos!
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