congreso  |  2015

Debates y combates en Nuestra América: qué pedagogía para la segunda emancipación continental

Por Pablo Imen

Secretario de Investigaciones del Centro Cultural de la cooperación Florial Gorini




En el panel se puso de manifiesto el desafío actual de la docencia argentina, a quién el Movimiento Pedagógico Latinoamericano concibe como sujeto social y pedagógico de la transformación que reclama el Sistema Educativo en Nuestra América hoy.

Pero este llamamiento no se produce en un vacío histórico sino en el marco de una disputa civilizatoria, que es política, que es cultural y que es también pedagógica. Hay perspectivas que impulsan modelos pedagógicos radicalmente antagónicos, y que libran debates y combates todos los días, en los medios de comunicación, en los ámbitos académicos, en las instituciones escolares y en la subjetividad de los y las docentes.

En el año 2011 el ministro de CABA, Esteban Bullrich, sacó una solicitada frente a la posibilidad de que se produjese una nueva oleada de tomas de escuelas. En ese texto advertía y fijaba posición: “Estamos mejorando la educación, adaptándola al futuro. Y el cambio no es caprichoso, arbitrario ni forzado: es necesario. El mundo cambia a diario y de manera tan intensa que es necesario acompañarlo con una revolución educativa”. Es decir: hay un mundo que nos exige que propongamos una pedagogía que asegure su reproducción, sin poner en cuestión su naturaleza esencialmente injusta. Un mundo en el cual el 1% más rico se apropia del 48% de la riqueza; y donde los capitales especulativos- legales e ilegales- constituyen verdaderas bombas de tiempo contra cualquier política de desarrollo que se base en la economía real, productiva. Un modelo de desarrollo que está depredando el planeta; y unas relaciones internacionales regidas por la ley del más fuerte, la más selvática de las leyes.

Este proyecto civilizatorio tiene, por su parte, una propuesta política educativa y pedagógica: se expresa en la creciente mercantilización educativa y en una perspectiva pedagógica tecnocrática. Para ellos, la “buena educación” equivale a un esquema que funciona adecuadamente así: hay unos expertos que producen un conocimiento neutral, objetivo e incuestionable. Una editorial que traduce esos conocimientos a manuales; unos docentes que embuten ese conocimiento en los alumnos, y todos ellos son evaluados por el respectivo Ministerio de Educación y, donde se pueda, por agencias privadas de evaluación.

Frente a esto la creación del Movimiento Pedagógico Latinoamericano se propone no sólo denunciar ese proyecto como injusto, antidemocrático, enajenado, reproductor. También se apuesta a anunciar una educación que, recuperando nuestros acumulados históricos y actuales, sea una alternativa pedagógica a estas propuestas neoliberal-conservadoras y tecnocráticas.

¿De dónde ha de construirse esta nueva pedagogía, que es nueva en el sentido de que debe adecuarse a las actuales circunstancias de nuestro continente?

En primer lugar, de la recuperación crítica y activa del legado pedagógico de quienes nos antecedieron. Cuando decimos crítica y activa advertimos que, por un lado, reconocemos esas apuestas, experiencias, teorizaciones como indudables puntos de apoyo para repensarnos. Pero también advertimos contra la idea de que dichas experiencias valiosas- digamos Simón Rodríguez, o Luis Iglesias, o Leticia y Olga Cossetini, o Florencia Fossatti- fueron producto de largos esfuerzos, de aciertos y errores, no se trató de una intuición genial que se realizó de un día para el otro. Fueron maestros de aula quienes en ese maravilloso discurrir de su vida escolar conceptualizaron sus ensayos, errores y aciertos. El libro “Diario de Ruta” fue producto de veinte años de trabajo de Luis Iglesias. Esa producción final que admiramos es producto de un sinfín de obstáculos y conquistas. Si no lo vemos en tales términos, corremos el riesgo de que nos paralice la referencia a aquellos semi-dioses del Olimpo que fueron grandes maestros y que pudieron escribir, conceptualizar su práctica valiosa.

La segunda fuente, tan o más importante que la primera, es la sistematización de nuestras prácticas, que es la arcilla de la que saldrá esa educación democrática, popular y emancipadora que nos imaginamos, y que en parte ya estamos poniendo en juego. Aprender a pensarnos, a escribir, a construir categorías y argumentaciones sobre nuestra práctica es una tarea a emprender (y a aprender, aprehendiendo) de manera individual y colectiva.

Comunicar el conocimiento generado es una tarea complementaria de construcción de Movimiento Pedagógico. A través de las más diversas, ingeniosas y eficaces vías, desde un libro hasta un programa radial.

Organizar redes de trabajo generando espacios de intercambio, y encontrar formas- círculos pedagógicos, redes de maestros investigadores, expediciones, etc.- de encuentro que permita trascender las fronteras del trabajo individual o en una sola institución.

En todo este caminar la investigación, comunicación, organización se ve atravesada por un poderoso proceso de formación en el que nos vamos alimentando como protagonistas de este proceso.

Tenemos razones para ser optimistas de la voluntad, e impulsar con alegría esta fundamental batalla por una pedagogía emancipadora.

Podemos hablar, así, de un proceso caracterizado por la complejidad, la contradicción, la disputa y la invención. Eso es lo que ocurre en todos los campos de la vida social frente a una civilización planetaria que no tiene para ofrecer más que muerte e injusticia.

Construir una pedagogía propia constituye una asignatura pendiente que viene del fondo de la historia, y lo estamos haciendo en momentos en que renace el proyecto de Patria Grande que nuestros fundadores defendieron con dignidad. Nos interpela San Martín, cuando afirmaba: “Compañeros del Ejército de los Andes: ya no quedan dudas de que una fuerte expedición española viene a atacarnos; sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansado de pelear, y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan: vamos a desengañarlos. La guerra la tenemos que hacer del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar;; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetita que nos trabajen nuestras mujeres y sino, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales daremos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos.Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano, hasta ver el país enteramente libres, o morir con ellas como hombres de coraje”.

Hoy no estamos convocados a la lucha de las armas, y como advertía José Martí, “Trinchera de ideas vale más que trinchera de piedras”. Afirmaba así el valor de la batalla cultural para transformar nuestras realidades en la educación. Y nosotros, desde la educación, desde la escuela pública, tenemos tanto que aportar a ese sueño desde una pedagogía de la justicia, de la alegría y de la esperanza.